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UNA PELICULA LO DE CALIDOSCOPIO
CALIDOSCOPIOHoy en dÃa todavÃa se recuerda en todo el mundo, el triunfo de nuestro caballo cuando viajó toda la vuelta a cien metros y de pronto, en plena recta, tal cual era su costumbre, arrancar a pura potencia, para alcanzar una victoria increÃble, sensacional, maravillosa. Tras vencer en la Breeders' Cup Marathon (G2), y conseguir una nueva victoria en el Brooklyn Handicap (G2) con la misma receta, regresó al mismo lugar de donde partió para llevarse todas las copas en un medio que no era ni es fácil salir airoso. Fue cuando de común acuerdo con sus Propietarios, en especial con Juan Carlos Echeverz y con su Entrenador Guillermo Frenkel Santillán y los colaboradores de tamaña hazaña, arreglamos para realizar un reportaje y fotos. ¡Aquà está!
por Osvaldo Martinez
MAÑANA DE SABADO EN SAN ISIDRO, MIGUEL CAFERE, MARIO LONDAITZ Y RAMON TORRES, JUNTO AL GRAN CALIDOSCOPIO, DUEÑOS DE UNA HAZAÑA ESTUPENDA
Sería largo contarles todas las vicisitudes y peripecias del caballo del Stud Doña Pancha, todos los aficionados lo saben y han seguido su campaña con singular expectativa. Incluso en un medio tan rico de caballos famosos, como el mundo hípico de los Estados Unidos, a cada momento, en cada caso, hablan, pasan un video de nuestro representante que se retiró invicto a través de dos presentaciones monumentales en el país del Norte. El sábado tenía una cita con Juan Carlos Echeverz en la caballeriza de Guillermo Frenkel Santillán. Recién llegado estaba el poderoso hijo de Luhuk, con su gente, con los que hicieron posible la extraordinaria hazaña y charlamos con ellos.
No hay cosa más linda que levantarse temprano y darse una vuelta, un sábado a la mañana, por la Villa Hípica de San Isidro. Por supuesto que no es lo mismo que un martes, donde entran y salen de sus pistas cientos de ejemplares con sus jinetes, jockeys y peones vareadores, dibujando una esperanza en las mañanas de ensayos, de aprontes y de vareos. Ni hablar si a uno lo esperan en el stud, amigos del alma, como lo son Miguel Cafere, Mario Londaitz y Ramón Adrián Torres.
Ellos fueron los que estuvieron con el caballo desde un principio, especialmente Mario y Ramón, mientras que Miguelito pisó tierra extranjera un mes y días antes de la hazaña. Por supuesto que nos aguardaban también Oscar “El Tigre” Alberto Caraballo, palafrenero en el Hipódromo de San Isidro, que tenía permiso del escenario norteño para viajar, siempre lo trabajó, pero tenía compromisos que le impidieron hacerlo, como por ejemplo estar con “Coco” Bullrich en la preparación de La Laguna Azul. Y el “flaco” Marcelo Rojas el capataz del Stud La Crisis, donde se encuentra alojado ahora, Calidoscopio, luego de un viaje agotador.
El hombre enseguida saltó adentro del box y el hermoso hijo de Luhuk, salió luqueado para las fotos. Vendas nuevas azules y una manta al tono. Y lo sacaron a la luz. Seguramente me debe haber reconocido porque estuve muchas veces a su lado. Y no simplemente cuando resultara ganador, como en el República Argentina, en el Pueyrredón, en el Ayacucho y en el Vicente Casares, en casi todas sus actuaciones, que fueron muchas en grandes eventos. Y por obra del destino, o por la misma conformación de su tremendo físico, uno le tomaba fotos y las dejaba dentro del rígido, como si uno supiese que algún día ese caballo, estaría en todos los titulares de la prensa mundial.
Lo llevamos a un pasto cercano al stud y el tipo que estaba muy tranquilo, se entonó. Como si fuese un potrillo, recién traído del campo, dio unos cuantos saltos y paradas de manos impresionantes, volviendo al piso, casi sin sentir su herida de mano derecha, que lo hizo volver para la reproducción, cuando todavía tenía más hilo en el carretel, pese a sus años. Tras serenarlo, decidimos regresar al box y entonces, Juan Carlos Echeverz, junto a Guillermo Frenkel Santillán, nos dejaron a solas con los muchachos en el patio, ya cuando el sol del mediodía calentaba firme y las maderas y el carbón pincelaban las achuras y los asados, dándoles el color ideal.
Y comenzaron a contarme de la estadía con Calidoscopio. Que fue muy dura, prácticamente imposible de llevar, entre el idioma, los guardias, las prohibiciones, y si bien uno los entiende que no se los hacían a propósito, todas las trabas que encontraron fueron contraproducentes para que el caballo estuviese a punto para la gran carrera. Se llegó, pero con lo justo, no era fácil dialogar con las autoridades, en esos stud tan especiales, con pabellones largos, galpones, tinglados, con boxes uno al lado del otro. Permiso para varear, permiso para caminar, permiso para salir, permiso para entrar, a veces sin permiso para lo más elemental.
Un lunes, cuenta Miguel Cafere, nos pusimos al habla con Frenkel en Buenos Aires, al otro día le iban a dar el resultado a Pablo Falero para volver a la actividad, noticia que aguardábamos con ansiedad, porque Pablo sería una pieza clave en la organización. Pero el martes quedamos abatidos, ante el anuncio que los médicos no le daban el pase a Pablo para que vuelva a correr. Se habló de varios jinetes nuestros, pero al final, le ofrecimos la monta a Aaron Gryder. Un jinete extraordinario que le tomó mucho cariño al caballo, pasaba casi todos los días, se preocupaba por nosotros y por el caballo, un ser maravilloso.
Nos causaba gracia cuentan Marito y Ramón, cuando salíamos a caminarlo y cuando se lo vareaba, los otros entrenadores y profesionales en general nos trataban de locos, Ellos normalmente varean de galope, trote y galope y las partidas son picantes, estamos hablando en casi todos los casos de 800 y 1200 metros, con todos los caballos con sus respectivas monturas. No quieran saber lo que pensaban de nosotros, cuando salíamos a las canchas, hay una sintética de 1600 metros y otra de arena de 800, en pelo. Y para trabajar en pelo, también se tuvo que pedir autorización. Y ni hablar cuando le dábamos vueltas y vueltas. En la de arena hacíamos una de trote liviano y luego cinco vueltas más de galope, se imaginan, salían de los boxes para mirarnos. A cada rato escuchaban la palabra “Crazy”. Sí, estaban locos y quieren volar, se les podría haber dicho en voz baja.
Todo esto sucedía en Hollywood Park, hasta que un día, fue un lunes partimos hacia Santa Anita para darle corrida, nos parecía que nos iban a meter presos, porque estábamos decididos a darle pasada en 2400 metros, pero justo ese día con Aaron arriba, Calidoscopio se empacó. Miguel cuenta que corrió como 300 metros, para decirle al palafrenero que lo saque liviano, de menos a más, y entonces se pudo solucionar el inconveniente, haciendo una pasada de 2000 metros. Hay unas cuantas anécdotas sobre los compañeros que se consiguieron para hacer a la par, normalmente era jinetes amigos, de estas tierras, y ellos más que ninguno comprendían que tenían que hacerlo agrandar a nuestro caballo. Ese día acompañado los primeros metros, marcó 2´11” escasos y desde ese mismo momento, todo cambió.
Casi riéndose los tres, también haciendo a la par, Miguel, Mario y Ramón, contaban como cascadas lo mal que la habían pasado, máxime que Calidoscopio no mejoraba de su estado emocional, que le pusimos hielo y al otro día pensamos que le hacía mal, y a los otros días le hacía bien y pomadas, y la limpieza y el amor que le brindábamos nosotros y el mismo Aaron con su manager, nos hacía volver otra vez con más fuerza a la otra mañana. Pero esa corrida le anunciaba al caballo que estaba pronto a saltar a la cancha y entonces comenzamos a convivir con el caballo que tanto queríamos. El mismo de Buenos Aires, el mismo que como parte de su película, corrió casi ciego en La Punta, San Luis. Y comenzó a poner lo que tenía que poner, en cada mañana, en cada vareo, en cada vuelta a esa canchita de arena de 800 metros, mientras se los trataba de locos. Calidoscopio comenzaba a ser Calidoscopio.
Después ya estuvieron Juan Carlos Echeverz y Guillermo Frenkel Santillán y en poco tiempo más, estábamos listos para que Calidoscopio haga un gran papel en su primera presentación en tierras extranjeras. En la partida final pasó 1´2” el kilómetro con buena acción y ya se nos venía el día, el nerviosismo nos podía, habíamos pasado mucho tiempo bajo presión, dicen los muchachos y los temores nuestros no parecía que los recibía nuestro caballo, que se lo notaba entero, como nunca.
Y el día de la carrera qué, les pregunté.
Mario, emocionado como si estuviese viviendo ese mismo momento en ese hipódromo y ante tanta gente, en el pasto del stud un sábado ya tocando el mediodía, hizo el amague como de sacar un facón de atrás de su espalda, pero era la mímica de cuando gritó como nunca, sacando la bandera argentina que llevaba en uno de sus bolsillos. Y comenzó a agitarla cuando el caballo, su caballo, el caballo de Mario, de Miguel y de Ramón, se acercaba a la victoria más importante de su carrera.
Corrieron y saltaron como si fuese el fin del mundo y pensar que era el nacimiento de una hazaña inigualable, y sí, claro que estaban todos locos. Desde uno de sus propietarios, Juan Carlos Echeverz, como le puse en una de mis tantas notas, “El Explorador”, que se mandó con su caballo a una película que tenía un solo final, el venirse con un no place más grande que una casa, como decíamos cuando éramos chicos, y terminó de otra forma, con un director desde el cielo que debe haber pasado por ese lugar y en ese mismo momento, para pintar un The End inolvidable.
A veces uno tiene que hacer notas porque las tiene que hacer. En cambio hay otras que alegran el corazón del periodista. Con gente amiga, de buena madera, con tipos que si se la tienen que jugar se la juegan. Que hablan de un amor por el trabajo y por el caballo, que sólo lo pueden tener muchachos, del querer a corazón abierto, con lo que hacen.
Miguel Cafere, Mario Londaitz y Ramón Torres, fueron, se quedaron, cuidaron, mimaron, limpiaron, y trabajaron para darle lo mejor de ellos, a Calidoscopio, caballo que colocó en la vidriera, en un medio tremendamente competitivo, y con los mejores caballos del mundo, a un caballo argentino, nuestro, de la hípica argentina.
Representando a los peones, a los capataces, a los jockeys, a los que todos los días están firmes al lado de su caballo, a los que trabajan en la actividad más linda del mundo, en ellos reconocemos a nuestra mano de obra que jamás ninguna máquina podrá reemplazar.
Gracias, muchachos, muchas gracias. ¡Muchísimas gracias!
Claro que van a quedar en la historia…
Pedigree |
CALIDOSCOPIO (Luhuk y Calderona por Lefty) |
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