Viernes 8 de Mayo de 2009

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Gente del turf

HORACIO SALERNO, DE CANILLITA A CAMPEON

salerno

por Osvaldo Martinez

De joven sabía que fútbol y carreras eran las dos pasiones del porteño. Por la edad, preferí el fútbol, pero creciendo comenzó el fuego sagrado del turf. Después de muchos intentos para ingresar al hipódromo, digo esto porque no me dejaban por la edad, logré por fin, entrar, mejor dicho colarme en San Isidro. Justo el día que se corría el Pellegrini.
Fue en el año 1951 y ví ganar nada menos que a Yatasto. Desde ese día a la actualidad…ípresente! Después de unos cuantos años en la Popular y dejar paga alguna columna, a principio de la década del sesenta se hizo justicia y entré a trabajar al hipódromo de Palermo como empleado por reunión.
Mis inicios fueron en la pizarra de la pista y mi función era poner los boletos de la apuesta triple. La pizarra era muy alta, como de cuatro metros, por lo cual la escalera, también era alta y estaba montada sobre ruedas para poder correrla. Desde arriba con prismáticos relataba los desarrollos de las carreras a mis compañeros de trabajo.
Viene a cuento esta referencia porque un sábado no había llegado el relator oficial y el jefe de pizarras preguntó si alguien sabía y se animaba a relatar. Me apersoné y le comenté de mis dotes. "Suba urgente a la cabina de relatos", me dijo. Me dieron los prismáticos y el micrófono, la carrera era de 1800 metros. Se acomodaron los caballos, levantaron las cintas y dije…ílargaron!. Fue lo único que me salió. Fueron tan rápidos los primeros metros que me quedé mudo. Alcancé a golpear repetidas veces el micrófono, para que pareciera un desperfecto. Por suerte el relator llegó para la segunda.
Después de cuatro años de pizarrero me mandaron al Padock. Para el que no vivió esos días, paso a describir el lugar. Eran pizarrones grandes en los cuales figuraba el número del caballo, el jockey y/o aprendíz. Eso lo ponía con distinto colores de tiza de acuerdo a su categoría. Y luego en la parte de abajo el resultado de la misma con dividendos, tiempo y distancia. Todos los datos los obtenía en el Comisariato.
Entrar y salir del mismo, significaba todo un tema, porque en ese recinto sólo entraban los profesionales. Yo me sentía todo un personaje. Luego quedé efectivo, como auxiliar del Comisariato. Las funciones eran muchas y empecé cubriendo los que se iban de vacaciones. En apariencia sacar a los jinetes del recinto y levarlos a la redonda, parecía una tontería. Pero no era nada fácil. Los de renombre tenían muchas cábalas. Ejemplo: Salir ante de…o después de…y eso me costó enojos con algunos y yo era nuevo. Hacer nombres sería poco serio porque algunos ya no están.
Tenía que hacer cumplir el reglamento y a veces tuve algún dolor de cabeza. Salíamos por el túnel a la redonda con el último jockey, pero un día llego a la misma y me faltaba uno. Vuelvo rápido por el túnel y no estaba por ningún lado, hasta que el asistente me dice que lo había visto entrar a un cuartito que estaba al lado del servicio medico. Este cuarto tenía una camilla que era para emergencias, y qué sorpresa estaba el cristiano dormido como un tronco.
Salió como un cohete, corrió la carrera, pero luego fue suspendido.
El tiempo oficial se tomaba de la siguiente manera: en la jefatura del comisariato había un cronómetro que visto de frente tenía arriba la cuerda y a los costados dos pulsadores. Uno de cada lado estaba de frente contra la pared colocado dentro de una caja de madera con una puerta de vidrio. Cuando se largaba la competencia un empleado en el palo demarcatorio de la distancia de la carrera accionaba un aparato eléctrico, esto hacia que un bracito caiga en el primer pulsador y empezaba a funcionar el cronómetro.
En la llegada había otra persona que tenía un aparato similar, el bracito caía sobre el segundo pulsador, y con eso paraba el funcionamiento del mismo. De esta forma quedaban reflejados los minutos y los segundos, por lo tanto ese era el tiempo oficial de la carrera.
Anécdota: un empleado que debía accionar el aparato se distrajo en el momento de la largada, un competidor había largado retrasado y apretó el botón muy tarde. En síntesis, fabricó un tiempo record. Estos sucesos involuntarios pasaban pero en el caso de un record que no era tal se publicaba el tiempo real.
Hice todas las funciones en el Comisariato: mesa de anotaciones, auxiliar de los jueces de raya, de los largadores, pesador, etc,etc. En todas tuve anécdotas, pero en la última mencionada, una muy simpática. Viene un jinete a hacer el peso previo, muy bien acomodado en su brazo el mandil, as estriberas a la vista por debajo del mismo, pero faltaba la cincha y la montura. Cuando le pregunté por lo que le faltaba, se enojó muchísimo.
Es que le había mencionado su olvido. (era un jockey que le costaba dar el peso). Pero como yo tenía poco tiempo en la balanza, si pasaba, pasaba. Después fuimos muy amigos.
Luego pasé a colaborar en Relaciones Publicas. El jefe era Ernesto Marchetti, más conocido por Mineral. Hombre con una historia riquísima en el turf del momento. Escuchar al maestro Leguisamo, cuando era miembro de la Comisión de Carreras, contar cientos de anécdotas. El prestar atención de lo que decían entrenadores prestigiosos, oir sabias palabras de Anibal y Adolfo Giovanetti, cuando habían sido jockeys (no pasaron de aprendices), para mi toda una sorpresa. Eso si que no me lo imaginaba. Bueno, dejo de hacer nombres, porque no me gustaría olvidarme de alguno.
Luego doy un paso muy importante, pero eso es motivo de una próxima entrega en esta página. Continuara...

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