Viernes 31 de Diciembre de 2010

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REHEN

rehen3

por Eduardo Martinez

- Vos la tenés que cortar con las cenas de lechón con vino. ¡Qué nochecita tuviste!...
- No es la comida. Se te van sumando las calamidades diarias y después las juntas en un sueño.
- ¡Me desperté asustada por tus gritos!
- Era una pesadilla espantosa. Y me acuerdo todo. Servime un poco más de café… Primero estaba en el subte rumbo al hipódromo. Ya habían pasado los que te dejan algo en las rodillas: el de los chicles, el de las calcomanías, el de la tijera con linterna, muy útil para recortar en la oscuridad, la de las hebillas para el pelo, el de los estuches para los celulares y el de los disquetes truchos. Ah!, el de las canastas con masitas y facturas elaboradas en un centro de rehabilitación. Amén de dos no videntes, uno portando guitarra, y los que explican sus problemas de salud detallando el tratamiento. Estos últimos generalmente van acompañados por niños. Hay que agregar también a los que pasan en silla de ruedas, con gran dificultad en las horas picos. Pero últimamente están los conjuntos orquestales, ya que no se trata simplemente de alguien con un instrumento sino de una banda completa con percusión, trompetas y los correspondientes buffles. El cambio de tren lo hacen en estaciones con andén central, caso Tribunales, Pueyrredón o Plaza Italia. Al respecto, había una banda muy buena pero se malogró porque terminaban en Bulnes y tenían que salir por una escalera y entrar por la de enfrente tras cruzar la calle con el piano. Se agotaron.
Bueno, en el sueño lo que había es una modalidad nueva: dos muchachos y una chica jugaban una comedia. Y el remate era en el momento que el subte llegaba a Palermo. Imaginate, no me podía mover. Era como subir al escenario e interrumpir la escena final de una obra. Ellos lógicamente aprovecharon que la presencia del público está asegurada.
La puerta se cerró y me pude bajar recién en la otra estación.
Ya en el hipódromo, en la cola para jugar, cuando se retira quién estaba delante mío, caigo en la cuenta que en la ventanilla no hay nadie atendiendo. Y ya están engaterando. Empiezo a pedir un operador a los gritos pero nadie me escucha. Alguien dice que se han ido todos a almorzar. Les digo que no puede ser porque son las cinco y media pasadas y entraron a las dos y media se supone que comidos.
Me explican que la hora para almorzar es una conquista que no se va a perder.
Me quedé sin jugar. Cuando regresan me increpan porque por el atraso van a merendar a las nueve y media de la noche y se tendrán que levantar a las cuatro de la madrugada para cenar.
Entonces, ya que estoy en la fila aprovecho y juego en la siguiente. Como tenía que estar temprano en casa, me vine y para saber el resultado puse mi programa favorito de carreras. Pero tuve que esperar porque en el horario habitual de dicho programa estaba un Señor, micrófono en mano, mientras con la otra le apretaba la cabeza con fuerza y hacia abajo a una Señora que estaba en una silla de ruedas, asistida por su esposo. La Señora comentó previamente que los médicos la habían desahuciado y que le dijeron que nunca más caminaría. El hombre del micrófono le manifestó que le estaba transmitiendo un poder y le apretó la cabeza aún más.
La mujer puso cara de dolor, pero cuando él le preguntó qué sentía, dijo “mucha paz”.
Entonces a la voz de ¡ Levántese ! … ¡ camine !, la mujer, no me vas a creer, se levantó y empezó a caminar. Ahí me dí cuenta, que cosa no, cómo son los sueños, que la mujer ya venía con esa fe, porque más que asombrarme por “el milagro”, me sorprendió que tenía unos zapatos impropios para alguien que sabe que nunca los va a usar. Y ahí fue esta mujer por una pasarela que, ¡ oh casualidad !, remataba en dos escaloncitos que ella subía y bajaba mientras la multitud aplaudía. Ojalá, pensé, los médicos y científicos que luchan contra el cáncer óseo hayan tomado nota de esto.
Al final el hombre del micrófono invitó a todos a guarecerse bajo “el manto”, que era como cuando la hinchada despliega la bandera y están todos debajo fumando un porro.
Al final pude ver mi programa de carreras.
- Ahí debe ser donde te tranquilizaste y dormiste bien, porque ya no gritaste ni te moviste más.
- No, lo que pasó es que soñé que en el corte publicitario aparecía el aviso de los que festejan y bailan en un departamento mientras toman del pico de la botella. Igual que esos vecinos nuestros que la siguen hasta las seis de la mañana, chupados y con escándalo.
¿Viste que en la publicidad suena el timbre y cuando abren el que llega dice “Es acá” en distintas tonalidades? Bueno, en el sueño aparece un tipo que dice ¡ Es acá ! y detrás de él hay todo un grupo comando bien pertrechado que me viene a rescatar, ya que a mí me tenían como rehén ahí dentro los del subte, los del hipódromo, los de los “milagros” y los vecinos irrespetuosos.
Recién ahí me quedé dormido lo más pancho.
 

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Hay 1 comentarios:
  • #1 - Luis

    Trordinario Eduardo !!! Cuántas verdades, cómo nos "agotan" la paciencia! En especial, "las chicas del hipódromo", que no comprenden que están laburando y al servicio del público y no en reuniones de amigas. Abrazo.

    20/12/2010 08:12 hs.

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