Martes 24 de Septiembre de 2013

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MURIO FERNANDO SANTAMARINA, UN AMIGO VERDADERO

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por Osvaldo Martinez

DE A CABALLO Y POR EL CABALLO, UNA GRAN PERSONA, UN AMIGO QUE PERDIO LA CARRERA MAS IMPORTANTE, CUANDO SEGUIA DISFRUTANDO DE SU ENORME PASION

Cuando Alfredo Gaitán Dassié, con lágrimas en los ojos me dijo hace unas semanas que lo había visto, y que estaba muy mal, que el dolor que tenía en la espalda, decía, era de la celebración el día de las Estrellas el 29 de junio de este año, cuando cruzara con Taifas, y no, no era justamente de esa enorme alegría y el apretujón de todos sus amigos en la Confitería de la Tribuna Oficial, que se sentía mal. En pocos días, en pocas semanas, se fue. Pegó y pegó, pero no pudo pasar, no reaccionó y se quedó encerrado, para perder la gran carrera, la de la vida.

Lo conocí y muy bien cuando relataba las carreras en el Hipódromo de San Isidro y el era Secretario de la Comisión de Carreras. Bravo el petiso, recto, derecho, no se guardaba nada, iba al frente y no callaba nada. Con el tiempo nos hicimos muy amigos.

Siempre le recordaba que comencé a relatar las carreras y por ello Julio Albano y Cacho Fontana me llevaron de la mano a la radio, Rivadavia, cuando relaté un triunfo de su caballo Dimbroko, con Eduardo Jara.

Interiormente yo sabía que me quería, pero no te lo hacía saber, era un duro y lo de “qué suerte que tiene este fulano”, cuando cruzaban sus caballos en los grandes clásicos, le pegaba fuerte, no le gustaba nada. Sería muy largo enumerar las grandes hazañas, junto con los caballos de Fernando Santamarina con Las Hormigas y con los colores de su hermano José, el Tandil. Se cansaron de ganar cotejos de grados uno, pero no era suerte, se los puedo asegurar, pese a que compraba barato, tenía un ojo espectacular para ello. De Fairy Magic, decía que no tenía manos, fue un crack y muchos otros ejemplares que sacaron triunfos de la galera, justamente con Alfredo Gaitán Dassié, que lo sentía como un padre.

Un tipo querido por todos, una gran persona, por lo menos desde mi vista de amigo y periodista. Tengo cientos de fotos de Fernando Santamarina, pero preferí poner en la tapa la de su despedida, el último triunfo, el del Classic de las Carreras de Las Estrellas (G1), con el sangre pura de carrera Taifas, que seguramente en estos días, ya sin fuerzas, lo debe haber mirado varias veces.

Nada mejor que se lo lleve entre sus manos, por tanto ser hípico, por tanto ser un turfman de ley. Ya no habrá más gritos en la Oficial cuando crucen sus caballos con un Fernando, que se divertía gritando ¡giles! ¡giles!. Los que estábamos en ese lugar nos reíamos, era una chanza, era un chiste, que lo soportaban todos, hasta los que habían corrido, propietario o entrenador con su caballo y habitaban las mismas instalaciones.

Cuando el martes por la tarde me llamó Alfredo Camogli, me dio duro en el medio del pecho, al decirme que había muerto Fernando Santamarina. Las discusiones en la Tribuna Oficial con el que venga o el que le salga al cruce, serán un recuerdo sin Fernando. Alfredo Gaitán Dassié no va a tener el hermoso lío de pelearse a cada momento porque Fernando quería correr a toda costa y Alfredo lo paraba como podía. Las grandes charlas con Juan Garat, con Dany Etchechoury, con Fernando Martínez de Hoz, con el mismo Alfredo Camogli, con José Luis Caldani. Conmigo, sobre el desarrollo de tal o cual caballo y tantas cosas más, temas que pocos lo sabían y el tenía la amabilidad de contármelas. Esto se puede decir, esto no. Y claro que lo respeté siempre.

Santiago Martínez de Hoz ya no tendrá ese diálogo de un Boca glorioso contra el River Plate de los colores que defendían los hermanos Santamarina.

Nos dejó un tipo que amaba lo que hacía. Nos dejó Fernando Santamarina. Un lírico, con el cual nos quedamos sin cumplir nuestra apuesta. Fue un día miércoles al mediodía en la puerta de su stud en San Isidro, hace poco. Sacó un papel y me dijo, qué te querés jugar que gano el Jockey Club con éste y el Nacional con aquel otro, señalándome el nombre de dos potrillos anotados con una lapicera que no funcionaba muy bien y en una servilleta que cuando los escribió, no estaba alisada. Y todavía tenía dos nombres más.

Su confianza, su fe en sus caballos, y la seguridad de tener un buen entrenador de caballos, hablaba de un hombre abrazado a nuestra hípica y a su gente.

Acompañamos, sentidos, a sus familiares y amigos íntimos. Ellos deben estar orgullosos del marido, de su padre, de su abuelo y de la amistad que brindaba a mano alzada y con el corazón abierto, a cada momento.

Lamento profundamente su desaparición. Que Dios quiera que en el lugar donde haya viajado, haya un hipódromo, un sangre pura de carrera, una caballeriza, un haras, algo.

Entonces tendrá una sonrisa, entonces tendrá un motivo hermoso para seguir viviendo.

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