Campana de Largada - Turf Argentino

EMOCIONA VER AL MAS GRANDE DE TODOS CUANDO RECIEN CUMPLIA 15 AÑOS, Y HABIA LOGRADO CON LA YEGUA UNICA, SU PRIMERA VICTORIA EN COLONIA

Frente a mi máquina, ya con algunas letras desaparecidas, prueba del paso del trabajo sobre ella durante tantos años, tengo una foto de mis tres hijos pequeños, abrazados, en la localidad de “Los Cocos” en Córdoba. Jerónimo, Nuria y Nicolás, mis tres soles, por los cuales he dejado la vida para que tengan una buena educación y la mejor infancia, con una profesión, ser periodista de turf, que desde hace tanto tiempo, no da permiso para faltar, con carreras de caballos todos los días. Por suerte ya están grandes, sanos, alegres, lo de grandes no es muy bueno que digamos, porque eso implica que yo esté más viejo, pero me han dado hermosos nietos y gracias a Dios tienen una vida maravillosa, con sus problemas, como cualquier hijo de vecino, como se decía antes.

Viene a cuento esta foto porque me enternece mirarla a cada momento. Ellos son mi vida y me hace bien, muy bien tenerlos al frente. Por suerte la familia siempre estuvo unida, y nos encontramos a cada rato, cuando los tiempos y los trabajos nos permiten, para disfrutar de ellos, vaya que están grandes, pero se siguen disfrutando, con sus hijos corriendo por toda la casa, tocando el piano, prendiendo cuanta televisión se le ponga por delante, jugando y riendo, mientras la vida pasa tan veloz como nunca.

Pido disculpas, hablé bastante de mí, pero la verdad que no lo quería hacer, es que mis manos y mi mente, siguieron dándole a las teclas hasta que me dije que la nota era de Falero, coincidencia, que las letras más borradas son la A, la R y la L, la a, la r y la l, será porque escribí mucho ese apellido en mis notas, en mis crónicas, en mis reportajes y en los triunfos del mejor jockey que vi a la fecha, que yo vi a la fecha.

La foto me la envió mi amigo del alma, Miguel Aguirre Bayley de Uruguay, un crack en todo el sentido de la palabra. Y díganme si no los conmueve. Sí, es él, es Pablo Gustavo Falero, cuando recién había cumplido 15 añitos. Hacía minutos había cruzado victorioso con la yegua Unica, en el “Real San Carlos”, de Colonia, Uruguay.

Ese pibito es el Pablo Gustavo Falero de hoy. El mismo, si la habrá costado esfuerzos sobrenaturales a sus padres darle una educación, acompañarlo en tamaña profesión. El mismo, al que le sobra humildad, es de buena madera, gran amigo, tipazo. Y Pablo también tiene hijos, y Pablo también tiene nietos, que le han permitido en estos tristes días, de no poder correr, de no poder actuar, de no poder realizar la profesión que abrazó desde su Uruguay querido con apenas 14 años, gran parte de ese tiempo junto a su esposa, su compañera, pasarlo de la mejor manera posible. Pablo Gustavo Falero no lo merecía. Una lástima que haya sucedido lo que sucedió. Era una falta, estamos todos de acuerdo, ni grave, ni leve, menos gravísima, como se la consideró.

Otra vez “Aladino” se vuelve a calzar su ropa, la de jockey, con la que viene escribiendo la historia de nuestro turf, desde hace mucho, muchísimo tiempo.

Bienvenido amigo…