Campana de Largada - Turf Argentino

PABLO FALERO CELEBRO CON LOS GUANTES EN ALTO Y YA ME ANUNCIABA DEL REGALO UNICO, FRANCO, MARAVILLOSO

El trabajo era arduo, intenso. Una jornada para vivirla de punta a punta, como que poco antes de la una de la tarde ya estaba en el escenario palermitano. Se corría temprano el Clásico Pedro E. y Manuel A. Crespo (G. III) y la carrera valía la pena, por el encuentro de potrillos de dos años en la distancia media, 1500 metros. Y después venían las competencias de la Copa Bullrich y los dos cotejos más importantes de la jornada, el Gran Premio Gilberto Lerena (G. I) y el Gran Premio de Honor (G. I), Copa Julio y Carlos Menditeguy. Oficial, disco, Paddock, redonda de exhibición, boxes y así toda la tarde.

Y cuando ya estábamos entrando a la recta final con Mad Speed en la punta y un Star Runner prepotente, se agregó otro condimento a la gran prueba palermitana.

Y con los jinetes montados dando vueltas y de reojo mirando el marcador, si se bajaba la amarilla uno, si bajaban las chapas, el otro. Tomamos fotos en ese preciso momento y en el fragor del trabajo, ni nos dimos cuenta que “el mejor”, saludaba de una manera especial el triunfo de su caballo, nunca mejor dicho, “su caballo”.

Pablo tenía los guantes en la mano.

Y saben qué, y yo no me di cuenta, él sabía que me los iba a regalar si ganaba la carrera. Me lo estaba anunciando. Un fenómeno, un gran tipo.

Hace un tiempo y comentando una de sus grandes faenas, le dije “casi te pido los guantes de recuerdo”. Pero fue un comentario al pasar, nada más. Y el hombre que siembra amigos a cada paso, debe haber dicho camino a los partidores o en su casa, en la noche anterior, si gano le regalo los guantes.

Y después de las fotos, de pedirle calma a su familia, que estaba desbordada, feliz, de alegría, se bajó del caballo, aguantó estoicamente junto a su esposa Patricia y sus hijos los chiflidos de algunos que siguen sin ver las carreras. Miró la repetición en la pantalla gigante y luego de sacarle la foto, me entregó los guantes.

Verdaderamente emocionante. Porque aparte de tener los guantes de Falero, el día que el mejor jockey ganó con su caballo, vaya si es de colección, valoro y mucho que Pablo, Aladino, como lo llamo hace mucho tiempo, se haya acordado de esa charla en un momento tan especial para él.

Ya saben lo que pienso y lo que pensé siempre del gran jinete. Lo hice público, sobre su profesionalismo, sobre el arte de conducir caballos de carreras, sobre la gran persona que es y tantas cosas más. Y que seguramente su familia, estará orgulloso de él.

Bueno, hoy puedo agregar, que es mi amigo.