Campana de Largada - Turf Argentino

Fue una de las figuras del fin de semana, y no era para menos, estaba toda su familia en el podio, su señora Damacia Lottero y sus hijos, felices, recibiendo cada uno de los trofeos instituidos por el Hipódromo Argentino de Palermo. Habían ganado una Polla de Potrancas, casi nada. Es que hacía un tiempo que su caballeriza y su establecimiento de cría, el tradicional Haras Vacación no obtenía un Grupo Uno de la Escala Internacional. Y el hombre junto a su esposa comenzó a trabajar para de una buena vez volver a los primeros planos, a esos años donde se triunfaba en cotejos de envergadura y de a puñados. Tiempos memorables para la chaqueta azul y vivos rosas.

Ya lo tenía a Pablo Gustavo Falero, posiblemente el hombre de más confianza dentro de la familia Lottero. De pronto apareció Balada Sale, que le hizo un último guiño a la adversidad cuando se fue al piso trabajando en una mañana de entrenamiento, llevándose puesto al mejor jinete. Y faltaba algo. Y Pablo salió a buscar a Juan Carlos Maldotti. Y los juntó y charlaron los tres, para hacer el mismo equipo de siempre. Ahora sí tenía todas las cartas, acusó el poker de ases y todos se pusieron a trabajar, con el profesionalismo que profesan día a día.

El resultado de unir a esas dos personas, cosa que era imposible para muchos, lo logró Pablo Zavaleta. Y vaya si le salió bien. Han conseguido en muy poco tiempo, además de ganar carreras, quedarse con el trofeo más preciado para un criador de caballos de carrera. Por lo menos es lo que pienso y pensé durante toda mi vida de periodista de turf. La Polla de Potrancas y la Polla de Potrillos son lo más.

Y en la misma reunión otra vez el temor, el miedo, la desesperación cuando lo vieron caer a Falero en una condicional. Más tarde estuvieron todos juntos en el podio, a la yegua se subió Noriega y ganó y la sonrisa volvió a todos los rostros.

Todavía recuerdo cuando en el programa Campana de Largada TV, decía Pablo Gustavo Falero y Juan Carlos Maldotti, están haciendo historia. Ya el sábado pasado tuve que decirlo otra vez.

Así se anda por la hípica, con el corazón en la mano, pero latiendo a mil.